Hola amigos, como el domingo 25 se presenta el libro «Auge y caída de Vekaria, un reino olvidado», os voy a dejar cada día unos párrafos del capítulo SEGUNDO, del mismo.
Espero que os guste.
Apenas se distinguía en el horizonte la luz del alba, cuando desde el minarete de la gran mezquita de Córdoba, la voz del almuecín comenzó a llamar a los fieles a la oración, era el rezo del fajr, que se debía realizar justo antes del amanecer. Con la mirada elevada hacia el cielo, en lo más alto del minarete para estar más cerca de Al-lāh, proyectaba su voz a todos los rincones de la ciudad. No era un hombre alto, más bien era menudo, con un estilado rostro continuado por una fina barba que le llegaba hasta el pecho. Su rostro mostraba las heridas del tiempo, pero la fuerza de su fe le hacía sacar la voz para que se le escuchase por toda la ciudad.
Era el primer día de primavera del año 934 y en sus vacías calles resonaban las palabras del hombre santo recorriéndolas como un rayo, penetrando como el viento por las ventanas de los hogares, llamando a cada puerta para indicar a los fieles que era la hora de la primera oración del día a Al-lāh. Compitiendo con su voz, los cascos de un caballo al galope rasgaban el silencio mientras avanzaba por las estrechas calles camino del palacio de Abd al-Rahmán ibn Muhámmad III, comendador de los creyentes, azote de los infieles, también llamado Abderramán III, a la sazón califa de Córdoba.
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