Hola amigos, por fin he acabado el primer borrador de «Albailda» La verdad de la batalla de Clavijo.
Es la historia verdadera de lo que ocurrió en la mítica batalla de Clavijo, pero aquí no se aparece Santiago, ni tampoco pelea Ramiro I de Asturias, ni se celebra el 23 de Mayo del año del Señor del 844.
La historia es muy distinta, aunque «Sí» se celebró la batalla, y «Sí» fue tan importante. Os dejo el borrador del «Prólogo», aunque luego lo cambie un poco. Ya sabéis, los escritores somo como los cocineros, que según vamos releyendo la obra, la sazonamos con nuevas frases, le añadimos nuevas circunstancias, le quitamos algo de grasa, para que el resultado final agrade a la mayoría.
Mi ilusión es presentarlo estas navidades en Albelda, y espero hacerlo.
Aquí va el prólogo.
Prólogo
Cuenta la leyenda, que la madrugada del veintitrés de mayo del año del señor del ochocientos cuarenta y cuatro, el rey Ramiro I de Asturias, refugiado en el collado de Clavijo tras la derrota ante Musa Ibn Musa del día anterior, rezaba en las laderas del monte Laturce. Angustiado por su inminente aniquilación, pensaba en los buenos hombres que en las próximas horas entregarían su vida por Asturias. Cuando más afligido estaba, una luz le cegó. Con dificultad, tras adaptarse sus ojos, logró ver que aquella luminosidad provenía de una figura. No conseguía saber quién era, hasta que aquella figura luminosa habló.
– Soy el apóstol Santiago -.
La incredulidad invadió su espíritu, hasta que volvió a oír la dulce voz de sus palabras.
– Cuando amanezca te enfrentaras a Musa Ibn Musa sin miedo. No temas. Yo te ayudaré -.
Animado con estas palabras alentó de inmediato a su ejército. Impaciente, esperó al amanecer para enfrentarse a su enemigo. El lugar elegido para la batalla, se llamó desde entonces “El campo de la matanza”. Con las primeras luces los dos ejércitos se enfrentaron con valor. En mitad de la batalla, cuando estaban los cristianos acorralados, se apareció Santiago montado a caballo luchando a su lado, como le había prometido unas horas antes. En su mano una espada roja en forma de cruz destrozaba a los enemigos, ayudando a los hombres de Ramiro I, hasta la completa victoria. Aquella espada roja en forma de cruz se convertiría en la insignia de los cristianos, que al grito de Santiago y cierra España, lucharían el resto de la reconquista.
Como he dicho es una bonita leyenda, pero nada más. Ni Ramiro I luchó contra Musa Ibn Musa en el campo de la matanza, en el llamado collado de Clavijo. Ni el veintitrés de Mayo se celebró allí ninguna batalla. Ni por supuesto se apareció el apóstol Santiago.
La razón de esta invención fue la de encumbrar a Santiago como patrón de España en detrimento del auténtico patrón hasta entonces, San Millán. Es en el siglo XII, cuando necesitados por elevar a la sede compostelana y ascender a Santiago como Patrón de España, era necesario para ello crear el voto de Santiago, con lo que ello conllevaba. El pago de impuestos, donaciones y prebendas a la sede compostelana, devociones. Cada año, se ofrecería a la iglesia de Santiago las primeras cosechas y vendimias, y como a un caballero más, se repartiría a Santiago una parte del botín que se tomara a los moros. En cuanto al pueblo, todos los campesinos del reino, desde Galicia hasta la actual Rioja, debían pagar un diezmo especial de cereal para el arzobispado de Santiago de Compostela. Eso era respecto a lo material, tocante a lo espiritual, Santiago quedaba convertido en santo patrón de España, patronazgo que sigue hasta nuestros días.
Ante tan suculento beneficio, necesitaban reinventarse una batalla importante en la antigüedad, moldearla y presentarla en público para poder hacerlo. Parece ser, que el encargado de tal patraña fue el canónigo de Compostela llamado Pedro Marcio, bajo la protección del Arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada.
Según él mismo nos indica, copió de su puño y letra un documento original del privilegio otorgado por el rey Ramiro I de Asturias, el veinticinco de Mayo del ochocientos cuarenta y cuatro en Calahorra, en el que instituía el llamado voto de Santiago, en agradecimiento por la victoria obtenida dos días antes en la batalla de Clavijo.
Naturalmente, nadie más que él había visto ese documento, y nadie más lo ha visto jamás el original de tal documento que por razones obvias no existía, además de ser convenientemente extraviado en el año mil quinientos cuarenta y tres. Así empezó la manipulación de la leyenda.
¿Qué razones tenía el canónigo de Compostela Pedro Marcio para inventarse tal batalla?, muy sencillo.
Era costumbre, en la Alta Edad Media, que los reyes agradecieran con sustanciosas donaciones a conventos, abadías o sedes episcopales, la ayuda recibida en sus campañas por parte de Dios. No es de extrañar que en algún momento, por alguna batalla o acción indeterminada, se hiciera alguna donación a la sede compostelana. Sin embargo, es muy posible también, que para seguir cobrando dichas rentas, se requiriese presentar prueba escrita que diera motivo a dichas ofrendas, no siempre registradas. Esa es la razón por la cual, los canónigos de Santiago se ven forzados en un momento dado, obligados por las circunstancias, a tener que presentar un justificante por el voto de Santiago. Ahí es donde la figura del canónigo de Compostela Pedro Marcio entra en juego. Elabora un documento con datos tomados, supuestamente, de diplomas de Ramiro I, con testigos y confirmantes que garanticen la veracidad de sus palabras. ¿Quién iba a dudar de la Iglesia en ese momento? A partir de aquel instante el diploma cobra vida propia y comienza su particular singladura, relegando a un segundo lugar al auténtico patrón, San Millán. Tanto es así, que en siglos posteriores se generan conflictos al negarse amplias zonas de castilla a pagar el voto de Santiago, puesto que ellos ya pagaban el voto de San Millán, su verdadero patrón. Como prueba hay muchos pueblos que aún hoy en día su patrón es San Millán.
La verdad es que el canónigo de Compostela Pedro Marcio, buscó una batalla muy importante de la antigüedad, y la encontró en la batalla de Albelda, ocurrida realmente en el verano del ochocientos cincuenta y nueve, entre las tropas de Ordoño I, aliado con el rey de pamplona García Iñiguez, y su gran enemigo Musa Ibn Musa, llamado el “tercer rey de España”.
Esta batalla, fue real y muy importante para los cristianos, pues extendieron sus fronteras hasta casi Tudela por el este, y Soria por el sur, asegurando la frontera hasta el Duero. Asegurando el medio Ebro y la comunicación entre Pamplona y el reino Astur Leones por valle del Ebro. No obstante, aún tardarían sesenta años, hasta el novecientos veintitrés, por acabar de conquistar los reductos árabes en el medio Ebro, como Náxara, pero fue un gran paso.
Esta novela, trata sobre los verdaderos acontecimientos, novelados, de los acontecimientos ocurridos entre la primera batalla de Albailda, en el ochocientos cincuenta y dos, perdida por Ordoño I, y la decisiva en la que se echa al árabe definitivamente de Albailda, en el ochocientos cincuenta y nueve, sin apariciones por parte del apóstol Santiago, por supuesto.
Espero que os guste.
Para relajaros os dejo unas fotos de unos hayedos de mi última salida.
Hasta la próxima.
Un riojano esperanzado.
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